Vivo mi vida tranquilamente, sin pensar en si la vivo demasiado rápido o despacio; sin pararme a pensar en si lo que hago es lo que debería estar haciendo; si es lo que toca, lo que me toca, lo que está establecido en “el gran libro de la vida”.
Sin embargo a veces me paro y miro a mi alrededor. Y es entonces cuando veo que hay una gran diferencia entre la mayoría de la gente de mi círculo social de hace años y yo.
Veo a mis amigas de la infancia independizándose ahora, rozando, e incluso algunas ya inmersas en la treintena, y viviendo en sus pisos de soltera como si fuesen estudiantes: con el mínimo mobiliario, decoración nula o ridícula (¿qué me dices de ese “Oscar a la amiga más borracha” y similares?"), con un armario lleno de disfraces, saliendo de fiesta cada fin de semana… presas del síndrome de Peter Pan, me temo. Y me miro a mí, y veo que salí de casa cuando todavía no había cumplido los 18; y veo que me vine a vivir con Miq a los 21; y me veo con un hijo que está a punto de cumplir los 2 años.
Descubro gracias a facebook a compañeros del colegio que, con mi edad, siguen estudiando y no se plantean siquiera trabajar. Y me descubro a mí trabajando, afortunadamente en un buen puesto – aunque ahora mismo no me atrevería a decir que sea sólido (pero esa es otra historia que ya veremos cómo acaba) – desde hace ya más de cinco años.
Me descubro siendo dueña de mi vida, acarreando responsabilidades, con una familia propia. No soy mejor ni peor que los demás, no valgo más o menos que ellos por la forma en la que he conducido mi vida, pero los miro, me miro, y me descubro, quizá, demasiado MAYOR.
Pero, repito, no sé si es lo que toca a mi edad, si es lo que me toca, lo que está establecido en “el gran libro de la vida”; sólo sé que a mí me gusta, que me hace feliz y que no cambiaría nada de lo que he hecho en la vida para estar dónde, cómo y con quién estoy.
Salud,
Nür