Noya y Tito se preguntan qué leches hago todo el día en la cama. Les gusta que esté en casa pero estoy segura que preferirían que me levantara, que los achuchara, que les abriera las ventanas; que me moviera, en definitiva.
Ahora los achucho, pero sólo si se arriman a mí; y con estos calores eso ocurre bien poco. Llevan todo este tiempo los dos a mis pies. Cada uno a un lado (Noya a la izquierda, Tito a la derecha), siempre al mismo lado. Cada uno en una esquina, dormitando y mirándome, de vez en cuando y por el rabillo del ojo, a ver si me decido a levantarme.
¡Eso me gustaría a mí: levantarme! Pero de momento la cosa está complicada. Sólo me levanto para ir al aseo y lo paso verdaderamente mal, pero bueno, todo sea por el reposo absoluto y la desinflamación que me permita volver a ser yo misma.
Lo malo de pasar todo el santo día tumbada y prácticamente sola, es que una piensa demasiado; y eso no es bueno. Ayer me dio un bajón-neurótico-histérico pensando en Suly. Se me ocurrió la maravillosa idea de pensar que no nos van a llamar nunca. Que jamás tendremos a nuestro peque en casa. Nada, absolutamente nada apunta a que eso sea así, pero es mi cabeza y yo pienso lo que quiero, ¿o no?. Pues eso, que me pasé media tarde llorando sin motivo real alguno. ¿Para qué os voy a contar? Y lo mejor de todo es que ahora lo pienso fríamente y estoy bien. Estamos a finales de Mayo, faltan tres/cuatro meses para septiembre…¿qué son tres/cuatro meses después de casi dos años de camino? ¡Ay! ¡Que se me cure la cadera ya que voy a terminar loca!
Salud,
Nür