Guía para la vida. Capítulo IV

Los mini-paraguas no siempre paran el agua.

Al menos si cae mucha y/o a la vez que hace un viento de tres pares de narices. Lo he comprobado esta tarde mismo.

Nunca me han gustado ese tipo de paraguas, tan pequeños. Son muy "amanosicos", eso sí, y te los metes en el bolso (si es que se puede llamar bolso a los sacos que acostumbramos a llevar últimamente), o en la guantera del coche o donde sea menester, pero a la hora de la verdad, si llueve, siempre preferirías tener a mano uno de verdad. Un paraguas con todas las letras; uno de esos que son incómodos de llevar si no llueve porque te lo has de colgar del brazo o llevarlo tipo bastón.

Confesaré algo: Soy una fanática de los paraguas; y cuanto más grandes mejor. Como por aquí no llueve mucho no había tenido oportunidad de explaiarme al máximo con mi fanatismo, pero el lluvioso 2008 me brindó la oportunidad que necesitaba; y parece que 2009 sigue con la racha.

Ayer llovió a mares durante todo el santo día, así que me fui a trabajar bajo mi gran paraguas verde; y volví, 7 horas más tarde, otra vez cobijándome en él. Esta mañana no llovía, pero lo he cogido, por si acaso. No he tenido que utilizarlo, ni tan siquiera a la vuelta, así que lo he dejado en casa cuando, esta tarde, he vuelto a la oficina. No lucía el sol, pero el cielo estaba despejadísimo, así que he ido convencida de que no me haría falta. Y como Murphy está omnipresente, y sus leyes nunca fallan, estando ya allí ha empezado a caer agua de una manera espectacular. ¡Y yo teniendo que ir a la esteticién y luego volver a pie a casa! ¡No problem! No, no, porque en mi armario en la oficina tengo un mini-paraguas corporativo francamente hortera que me va a salvar de la chopada; o eso pensaba yo.

He salido de la oficina, he abierto el susodicho y he emprendido el camino a mi cita con las pinzas de las cejas. Creo que no había dado ni cinco pasos cuando, el señorito, ¡ha decidido darse la vuelta! Ha quedado con todas sus varillas para arriba, y allí estaba yo, en medio de la tempestad, luchando contra viento y marea, intentando colocarlo bien de nuevo. Cuando lo he conseguido he decidido que lo mejor era llevarlo plegado, que sería de la forma que menos me molestara. Y bajo la lluvia he llegado a la esteticién, que para colmo estaba cerrada (¡tenía cita!), así que he emprendido el camino de vuelta a casa... bajo la lluvia, y con un mini-paraguas plegado en la mano (¡menuda estampa!).

Sobra decir de qué guisa he llegado a casa. Toda la ropa sobre los radiadores y yo directita a la ducha a relajarme bajo el agua caliente - ¿Por qué será que da tanto gustito ducharse después de mojarse?- y ahora, puesta de pijama, en el sofá, dispuesta a ponerme al día con las novedades de la blogosfera.

Salud,

Nür

El de la foto es el "polite umbrella" (paraguas educado).